Los Diez Mandamientos de Salamander

La corriente proto prog inglesa de principios de los setentas fue reconocidamente fecunda. Y es que fueron muchas las bandas que se alzaron con calidad notable en aquella época, entregando registros que con el paso de los años se transformaron en verdaderos clásicos del género.

Un buen ejemplo de esta hornada fue Salamander, quienes en 1971 dieron vida a “The Ten Commandments”, su único disco, pero no por eso menos intensa y recordada pieza de colección de la escena progresiva británica.

El disco fue editado por la icónica casa discográfica del under británico Young Blood, fundada por el músico y productor Miki Dallon en 1969, que posteriormente pasó a llamarse Young Blood International.

Se trata de una obra conceptual inspirada en el film de Cecil B. DeMille, del mismo nombre (1956),  y que ciertamente evidenció el apego del grupo a su visión religiosa, ya que los temas se circunscribieron a abordar con especial atención los “Diez Mandamientos” y sus implicancias, sin perder, eso sí, su impronta rockera y sicodélica, algo que ya venía pisando fuerte en la escena musical inglesa merced a la vorágine compositiva de grupos como The Moody Blues o Procol Harum.

Desde el inicio con “Prelude (Incorporating He’s my God)”, Alistair Benson encausa a sus compañeros con sus descargas de órgano Hammond, brindando una sonoridad retro sinfónica de particular belleza, lo cual se complementa de gran manera con el aporte de sus compañeros Dave Chriss (bajo), John Cook (batería) y Dave Tiley (guitarrista y voz principal).

El disco va variando con temas exquisitamente pausados y matizados con irrupciones de teclados, en donde Benson y Tiley aprovechan para insertar narraciones bíblicas que se van entrelazando con el concepto de la obra, destacando composiciones como “God Days”, “Kill”, “Steal” y “False Witness, piezas que le brindan esa característica orquestal exquisita que define a la banda.

Injusto sería el no referirse al sólido trabajo que brindó Cook en la batería y percusiones, elemento que le otorgó el componente de pesadez necesario para que el disco pueda superar un simple ejercicio de creación de una obra musicalmente correcta. Muy al contrario, su ejecución brindó un sello y complemento que sintoniza muy bien con la propuesta.

El sello español Guerssen Records reeditó de manera limitada la obra en vinilo de 180 gramos, el que cuenta con una portada abierta en cuatro partes tipo póster y funda exterior. Lo llamativo es que el sonido se extrajo de los masters originales y la edición se complementa con notas escritas por Andy Morten. Como era de esperar, ésta alcanzó rápidamente el status de “disco altamente apetecido por coleccionistas”, por lo que hoy ya es difícil de conseguir.

Cabe señalar que otros sellos como Laser’s Edge (1991), Progressive Line (2002), Air Mail Archive (2006), HF (2007) y Belle Antique (2017), también apostaron por el rescate en formato CD de esta bella pieza musical de la escuela inglesa.