Motemey, la historia del un pregón de puerto

En tiempos en donde Congreso y Los Jaivas fungían como los grandes exponentes de la fusión rockera de Valparaíso, la siempre inquieta escena porteña se las ingeniaba también para complementar la oferta vanguardista con otro puñado notable de agrupaciones, quienes desde una vereda tal vez más silenciosa se abrieron camino en los sinuosos senderos de la experimentación sonora.

Eran los inicios de los 70’s, y en este ambiente saturado de riesgo creativo, nació un colectivo de valiosa factura que al poco andar alcanzó también una gran notoriedad en el ambiente musical de la época. Su nombre: Motemey, denominación adoptada del viejo y pintoresco vendedor de mote que transitaba por los cerros de Valparaíso.

La historia del grupo, al igual que sucedió con sus pares contemporáneos de Leña Húmeda, está plagada de realismo mágico. La banda se formó el año 1972, en Valparaíso, con músicos que en aquella época estudiaban en las universidades locales, como Óscar Carrasco (voz y bajo), Américo del Canto (batería) y Emilio Cortés en (guitarra). Su música se nutre principalmente del folklore latinoamericano imperante en aquellos años y el rock progresivo, además de otros estilos populares -como el Canto Nuevo- que llegaban desde otras latitudes cruzando mares y continentes. Más tarde, en 1976, ingresó Juan Carlos Bravo (guitarrista), aporte que permitió conformar un alineación más o menos estable.

En su sentir y visión particular de la música, que internalizaron desde niños, se fue fusionando y plasmando un estilo propio que reflejaba la geografía del puerto, con sus cerros, sus quebradas, su gente, sus sueños y esperanzas, sus formas de vida entre ascensores y quebradas, sus almas de pescadores, los barcos y sus naufragios, rescatando y adoptando la tradición del viejo pregonero que recorría las frías noches de invierno, iluminando las siluetas y rincones de los cerros de Valparaíso con su clásico voceo: “…Motemey, pelao el mey …y calientito!!!”.

El golpe militar y la dictadura impactaron profundamente las vidas de los músicos, frustrando gran parte de sus sueños y proyectos. También afectó la normalidad de la ciudad, las familias, compañeros de universidad, colegas músicos, amigos y finalmente todo lo que los rodeaba, perdiendo toda la libertad, incluida la de pensamiento, la cual quedaría relegada a la clandestinidad.

De ahí, la fuerza y estridencia de su letra y música con la cual irrumpen en sus presentaciones, las que muchas veces terminaron en alguna comisaría de carabineros o arrancando a los cerros por sus rincones y quebradas, eludiendo los controles y cercos policiales que ya eran costumbre en esos oscuros tiempos de nuestra historia. Esta etapa finalizó en 1982, por razones de fuerza mayor, producto de la contingencia político-social imperante en aquellos años.

Curiosamente, Motemey nunca pudo grabar un disco, dadas las vicisitudes propias de la época, y su registro se aboca principalmente a singles y participaciones en compilados, como los realizados por el sello Alerce en formato cassette en 1980 y 1984, bajo los rótulos “Antología Canto Nuevo – Volumen 2” y “Volumen 5”. La primera de ellas incluye una versión en vivo del tema homónimo creado por el propio Carrasco y que se transformaría luego en un verdadero himno de la agrupación y, ciertamente, de Valparaíso. Por otro lado, la obra colectiva “Volumen 5”, incluyó una nueva adaptación de “Motemey”, además de un segundo tema, también creación de Carrasco, denominado “Pa’ Pasar el Tiempito”; composición de esencia folk, pero con el timbre típico de Motemey que comprendía la presencia de vientos y charango, pero matizados por amplios diálogos de guitarras eléctricas, evidenciando el romance permanente entre el rock y la música latinoamericana que ellos pregonaban.

A mediados de los 80’s, Carrasco continuó su faceta explorativa en diversos ámbitos musicales, incluso incursionando en competencias como el Festival de la Canción de Viña del Mar (folclórico) con temas como “El Salto del Negrito” (1983), “Palomita Bailarina” (1984) y “América 63”, junto a la Banda del Sinero (1985). El año 84 marcaría también un punto de inflexión para Motemey, ya que la banda porteña optaría finalmente por la disolución.

Dos décadas pasarían, hasta que el año 2004, después de una larga etapa de silencio, el grupo volvería al ruedo, esta vez reforzado por savia nueva preveniente del propio seno de la banda, como son los hijos de los músicos: Leonardo Cortés en el bajo, Sebastián Salvador Carrasco en trompetas/teclados y Edén Pablo Carrasco en saxo alto, incorporándose además el otrora guitarrista de Leña Húmeda, Patricio Vásquez, formación con la cual surgiría un nuevo intento para entrar a un estudio de grabación. La expectativa era alta, pero el sueño de muchos no se concretó.

Motemey es un sincero reflejo de la fusión porteña y de un grupo extraordinario que merece un justo reconocimiento. Es de esperar que la historia musical chilena pague su deuda con esta notable agrupación con alma y corazón de puerto.