El abrazo estelar de Quasars

Durante los ajetreados años 70’s, la escena musical chilena propició, pese a las dificultades políticas y sociales de la época, agrupaciones de carácter subterráneo que se las ingeniaron para plasmar creaciones que finalmente confluyeron en algún registro musical. Muchas de ellas nunca vieron la luz, por lo menos de manera oficial o masiva. Situación no muy extraña en realidad, considerando la carencia de espacios y las limitantes de difusión propias de aquellos años, especialmente para aquellas que abrazaron la sonoridad progresiva o de carácter más experimental.

Para las bandas que hicieron de la persistencia su opción, está decisión significó un doble esfuerzo, ya que no fueron pocas las agrupaciones que optaron por el camino de la auto producción y la independencia, un sendero que como ya saben, en la mayoría de los casos, es largo y sinuoso.

Un caso que refrenda esta peculiar característica del Chile musical de mediados de los setenta es el de Quasars, proyecto musical de rock electrónico de tintes progresivos integrada por los hermanos José Fernando Moisés y Claudio Marcelo Recabarren Madrid, quienes en un periodo relativamente corto de existencia (1975-1978) revolucionaron el ambiente musical con una receta poco tradicional y más bien innovadora en aquellos tiempos, como fue la creación sonora a partir de la ejecución de órgano de dos teclados con bajo de pedalera y sintetizador.

Quasars realizó durante aquellos años conciertos en Universidad Católica de Chile, Universidad de Santiago, Biblioteca Nacional, Parque Bustamante de Providencia, así como presentaciones en Canal 13, Canal 7, Canal 9, Teatro Municipal de San Bernardo, Camilo Henríquez, además de numerosas presentaciones privadas.

Rock electrónico chileno

Siendo músicos con formación académica, los shows de Quasars eran prolijamente estructurados. Juntos con ofrecer material propio inspirado en la sonoridad estelar de sus instrumentos traídos de manera especial a Chile por los propios integrantes. De hecho, ya en 1969 habían importado un órgano Yamaha B7D para sus experimentos sonoros, el cual complementaron años más tarde con otro modelo más acabado, como es el caso del B-20. A este arsenal de teclas sumaron luego el sintetizador análogo SY 2, con la capacidad de retener sonidos programados y generador de envolventes, con lo cual dieron rienda suelta a sus delirios astrales.

La banda ofrecía también fragmentos de la ópera rock “Jesucristo Súper Estrella” e incluso temas de Steve Wonder, Billy Preston o John Lennon. A esto se suman el hecho que los músicos agregaron también narraciones entre temas, las cuales permitían contextualizar sus presentaciones.

Otro sello distintivo del grupo fue su impronta familiar, la que no obedecía tan sólo a un formato dúo. Esto porque el grupo electrónico participó también en algunos conciertos de Moisés Recabarren Araneda, padre de los músicos, en donde interpretaron al piano su obra original “El Carillón de San Clemente para órgano, sintetizador y piano”, cuyo gestor cultural es también de la familia: José Bernardo Laudeal, hermano de Moisés.

De este fugaz e intenso periodo de creación musical nació su disco homónimo, el cual fue grabado en los estudios de EMI Odeón en Santiago con la asistencia de Raúl Lira, en 1977. Curiosamente nunca se editó, pero se logró conservar en formato de vinilo de prueba.

Con el paso del tiempo y de uso, el soporte se fue deteriorando, como explica el propio Claudio Recabarren en su biografía, por lo que para conservarlo se optó por traspasarlo a cinta.

Un regreso al estilo comenta

Justamente, a partir de ese registro, el propio Recabarren obtuvo el master que sirvió para realizar la tan esperada edición, la cual fue prensada de manera independiente en formato vinilo en 2021, como un sentido homenaje a su hermano Fernando, fallecido trágicamente en un accidente el 27 de octubre de 2020, en la comuna de San Bernardo, cuna de la banda.

La mezcla y masterización estuvo a cargo de Claudio Recabarren, en Altea Alicante, España, lugar donde reside actualmente, mientras que el diseño de la carátula del disco fue confeccionado por Sabrina Recabarren B.

La obra se divide en cuatro piezas, en donde los hermanos comparten autoría en cada uno de los lados del vinilo. Las dos primeras: “Crepúsculo” y “Fuego”,  equivalentes al lado A del disco, corresponden a composiciones de José Fernando, quien además ejecuta las partes de órgano, mientras que Claudio acompaña de manera magistral con el sintetizador.

En el lado B, en tanto, se invierten los roles. Los temas “Suite para un ciclo” y “Trianda” son originales de Claudio, pero con la ejecución de José Fernando en el sintetizador, y del propio Claudio en el órgano.

Musicalmente, cada tema se va concibiendo como un movimiento, el que se va complementando con las apariciones de las líneas del sintetizador y la sabia utilización del órgano. En ciertos momentos, la música evoca el sentimiento que genera una obra como “Autobahn”. Es decir, el sutil encanto de la escuela alemana plasmado en la mirada de dos músicos chilenos que en 1975 lograron elevar un abrazo cósmico criollo de notable calidad, por lo que sería terriblemente injusto quedarse en una simple analogía. Muy por el contrario, Quasars demostró que lo inconcebible era posible en un país como Chile.

Ciertamente, pese a lo corto de su extensión (35 minutos), se trata de una joyita perdida de la música progresiva chilena que, enhorabuena, logró revivir 44 años después. Y en el formato que se merecía desde su concepción.

Nuevas constelaciones

Hoy, Claudio Recabarren es un reconocido músico a nivel mundial, un pianista transeúnte del universo, como se autodefine. Su fuente de inspiración es tan basta como su obra misma, y en ella destacan la influencia del rock, la música clásica, el jazz y la world music, un crisol que se traduce es una serie de obras variopintas que incluyen su última producción: “Piano Bajo las Estrellas” (2020), un disco de la banda sonora de la película “Fulldome” para planetarios y teatros, ganadora de una enorme cantidad de premios.

La película presenta composiciones de piano originales con arreglos musicales etno-sinfónicos de voz, viento y percusión ancestral, que fueron producidos en Chile y España, y que incluyen un selecto grupo de colaboradores, como el director artístico visual Juan Carlos Vidal, además de los músicos Mónica Gramme, Tommy Caggiani y Rodrigo Qowasi y Victoria Saenz-Laguna D.

El propio Claudio Recabarren nos cuenta más detalles sobre Quasars y su legado en la siguiente entrevista exclusiva.

¿Qué nos puedes contar de esta edición de Quasars? Sabemos que se trata de un disco muy íntimo para ti, por lo que representa. ¿Pensaste alguna vez que 44 años después estarían de vuelta?

“No pensé nunca que tantos años después pudiera convertirse en un vinilo. Tampoco la razón, que fue el fallecimiento de mi hermano. Para mi fue muy difícil este proceso y la única forma que encontré para combatir el duelo fue revivir este disco. Me encontré en su casa revisando materiales y divisé esta cinta. La traje como un recuerdo. Cuando regresé a España, país donde resido, se me ocurrió la idea de sacar este tributo a José Fernando. Terminó siendo un renacer de algo que quedó inconcluso. Es increíble escucharlo nuevamente. Teníamos 19 años”.

¿Qué recuerdos tienes de la grabación del disco?, podríamos desempolvar algunos detalles…

“Esto fue entre los conciertos que estábamos dando. Eran muy innovadores en cuanto a la textura musical, propuesta, sonido e instrumentos. Qusars logró que la EMI se contactara con nosotros y nos hiciera el ofrecimiento de grabar un long play. Esto fue en su antiguo estudio de dos pistas que tenían en el centro de Santiago. Estuvimos tres días buscando sonidos, ya que el órgano y sintetizador funcionaban con un aparato que se llama RA 200 de la marca Yamaha, que era una especie de reemplazante en los Hammond del Leslie. Son unos parlantes que rotaban (200 watts RMS) y daban un sonido en vivo muy potente. Este equipo se usó mucho con grandes grupos como Pink Floyd, y los guitarristas los usaron mucho. Ese fue el proceso que terminó en el vinilo de prueba. Se usó tantas veces que al final lo grabamos en cinta ya que empezó a meter muchos ruidos e incluso saltarse en algunas partes”

¿Cuál fue la razón para que EMI Odeón finalmente desistiera de editar el disco en 1977?

“Cuando terminamos de grabar, el gerente de EMI Odeón en ese momento, Jorge Oñate, nos comunicó que el material era muy interesante y que se había ido a Buenos Aires porque ellos eran la central de Latinoamérica. Tenía esperanzas de sacar un disco más internacional que local. Vino el gerente de Argentina, se reunió con su par chileno, en donde nosotros no estuvimos presentes. Luego nos llamaron para comunicarnos que había aprobado el presupuesto para sacar un disco para Latinoamerica, pero que la propuesta musical no tenía que ser la que hacíamos nosotros, sino que teníamos que sacar una suerte de cumbia espacial bailable. Esto la verdad nos molestó. Sin tener nada en contra del género de la cumbia, que es un bailable popular con su onda, pero para nosotros la propuesta  de Quasars era algo original que sentíamos de corazón. La oferta que hizo la EMI era como para ser famosos y hacer dinero, pero no era lo que andábamos buscando, por lo tanto lo rechazamos, y quedó neutralmente ahí. Además, el año 1978, yo viajé a Estados Unidos, ya que quería innovar equipos y buscar nuevos horizontes. Viajé por seis meses y finalmente me quedé estacionado 10 años en California”.

¿Cómo sientes que era percibido Quasars en Chile en aquellos años? ¿Tenían relación con otras agrupaciones similares?

“No teníamos relación con ningún grupo similar en ese momento. Éramos un sonido único. Una de las razones, aparte de que nos gustaba el tema astronómico, era que los Quasars se concebían como las estrellas más lejanas pero emitían gran cantidad de luz, mientras que nosotros éramos muy poco músicos (dúo), pero emitíamos una gran cantidad de sonidos. Quasars era un exitazo. Tanto así que llenábamos los teatros. Su evolución fue muy rápida. De hecho, la EMI nos buscó y no al revés. También la televisión, en donde participamos en varios programas. No me acuerdo muy bien de los nombres, pero recuerdo que participamos en uno que dirigía Alfredo Lamadrid, quien incluso nos fue a ver a nuestro estudio de San Bernardo. Había un auge muy potente, aunque Chile estaba también bastante apagado por lo político, el tema militar, los toques de queda y esas cosas, por lo que también existían muchas ganas de salir para buscar nuevos horizontes”.

¿Cómo fue el encuentro con los teclados?

“El órgano popular era el Hammond, pero era carísimo, por lo que había más facilidades de adquirir los Yamaha que venían de Japón. Nosotros queríamos comprar un auto, pero mi padre se opuso y nos ofreció comprar un instrumento. Estábamos como desanimados (risas), pero a la larga tenía toda la razón, porque primero nos obligó a aprender a tocar con bajos en los pies. Era otro mundo, ya que en el órgano, aparte de las dos manos, tienes el pedal derecho que es la expresión de volumen, y el pedal izquierdo va tocando notas. No es que esté siempre en un mismo lado. Hay órganos que son de una octava, una octava y media, algunos grandes, de dos octavas. El que usábamos era justamente de una octava y media, donde vas tocando la función del bajo. El aprendizaje de coordinar, sumado a la batería electrónica, que te hace ser métricamente muy exacto, es algo complejo”.

No puedo dejar de mencionar la adición del sintetizador a la música de Quasars, algo ciertamente visionario para la época.

“El sintetizador SYD II de esa época que vino después era lo más accesible que había en ese momento. Tenía un sonido prefijado, con alteraciones a través de sus filtros. Era análogo, con un sonidazo pero monofónico, es decir, no se podía hacer acordes. La combinación de estos dos instrumentos sin duda era novedosa. Lo escucho hoy y aunque debo reconocer que me molesta un poco la batería electrónica, que era una cajita que en esa época, ésta sonaba bien, pero para hoy día es algo distinto. Obviamente hubiese sido mucho mejor tener un baterista. Creo que nuestra música era tan futurista, que hoy existe una gran cantidad de grupos utilizando baterías electrónicas, pero filosóficamente es el mismo concepto. Siento que nosotros estábamos bastante avanzados para la época, quizás muy adelante”.

En el caso de Quasars, sería correcto hablar de música progresiva. ¿Te gusta ese concepto musical?

“Desde el punto de vista de la época, y para el caso chileno, yo diría que sí. Nosotros le pusimos rock electrónico para hacerlo más genérico, pero sí, creo que era progresivo”.

Háblanos un poco del presente, de tus proyectos actuales y futuros

“Es una pregunta compleja, ya que el andar comenzó con Quasars, que ya estaba relacionado con las estrellas. Mi formación fue de dos años de música clásica en Chile y en Estados Unidos estudié un poco de improvisación de jazz directamente al piano, algunas cosas de órgano, también musicalización de imagen, aunque debo decir que mi formación, en general, es autodidacta. Luego entré al trabajo de solista y, con ello, el astroarte, que es a lo que me he dedicado desde hace 20 años. Esto es música que nos conecta con el cielo y las estrellas. Es algo que está muy relacionado con el tema los planetarios, lo observatorios astronómicos y los santuarios de la naturaleza. Hace dos años diseñé una película para apoyar las imágenes con las que trabajó en los fulldome, que son los 360 grados en los planetarios. Trabajé con el director chileno Juan Carlos Vidal, y la película fue hecha para apoyar mis conciertos, tocando piano e incluso teclado Hammond. Dicha película la agarró una distribuidora en EEUU, y ellos me motivaron a que la presentara en festivales, donde ganamos el primer premio en Alemania, Corea del Sur y otros más durante el 2020. Este año ha sido también excelente. Tenemos 13 premios y 3 nominaciones pendientes. Estamos en un plan maravilloso y soñado, con diseño de una película y actuaciones en vivo de “Piano bajo las estrellas”.

¿Un regalo del universo?

“La partida de Fernando a otra dimensión evocó editar este disco. Estar en un trabajo que hice como iniciado y volver a Estados Unidos, con todo el éxito de la película, fue una cosa como para cuestionarse todo lo que pasó y cómo salté de Quasars fue como cerrar todo un círculo y hacerlo que sea en espiral. Me emocionó este retorno. Cuando lo escucho ahora lo encuentro como algo muy jovial. Tocar sin grandes técnicas y meter los ruidos como queríamos en ese entonces ha sido un regalo del cielo, una grandiosidad enviada por el universo”.

Más info en: www.claudiorecabarren.com